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  Lectura 76  
  Lazarillo y el ciego (continuación) Lazarille et l'aveugle (suite)
  III III
1 Yo torné a jurar y perjurar que estaba libre de aquel trueco y cambio; Je me remis à jurer et à parjurer que j'étais étranger à ce troc et à cet échange,
2 mas poco me aprovechó, pues a las astucias del ciego nada se le escondía. mais sans grand résultat (cela me servit peu), car aux ruses de l'aveugle rien ne demeurait caché.
3 Levantóse, asióme por la cabeza y llegóse a olerme... Il se leva, me saisit par la tête et s'approcha pour me sentir...
4 Por mejor satisfacerse de la verdad, asiéndome con las manos, abríame la boca más de su derecho (1) y desatentadamente metía la nariz. Pour mieux éclaircir (se satisfaire) la vérité, à l'aide de (me prenant avec) ses mains il m'ouvrait la bouche plus que de raison, et sans aucun égard y enfonçait son nez.
5 La cual él tenía luenga (2) y afilada, y a aquella sazón, con el enojo, se había aumentado un palmo; Or, il l'avait (lequel il avait) long et pointu; et à ce moment-là, sur le coup de la colère, il s'était allongé d'un empan
6 con el pico de la cual me llegó a la gulilla. (si bien) que le bout (duquel) me touchait la luette.
7 Con el gran miedo que tenía y con la brevedad del tiempo, la negra longaniza aun no había hecho asiento (3) en el estómago, Par suite de la grande frayeur que j'avais et du peu de (de la brièveté) temps écoulé, la maudite saucisse n'avait pas encore établi son assiette dans mon estomac ;
8 de manera que antes que el mal ciego sacase de mi boca su trompa, tal alteración sintió mi estómago que le dio con el hurto en ella (4), aussi (de telle sorte que), avant que le méchant aveugle n'ôtât de ma bouche sa trompe, mon estomac éprouva un tel bouleversement qu'il lança sur elle le larcin,
9 de suerte que su nariz y la negra mal mascada longaniza a un tiempo salieron de mi boca. de telle façon que son nez et la maudite saucisse mal mâchée sortirent de ma bouche en même temps.
10 ¡Oh gran Dios, quién estuviera a aquella hora sepultado, que muerto ya lo estaba! Ah, grand Dieu! que ne me suis-je trouvé à cent pieds sous terre (enseveli) à ce moment-là ! car pour ce qui est de mort, je l'étais déjà.
11 Fué tal el coraje (5) del perverso ciego, que si al ruido no acudieran, pienso no me dejara con vida. La colère du cruel aveugle fut telle, que si on n'était pas accouru au bruit, je pense qu'il ne m'eût pas laissé en vie.
12 Sacáronme de entre sus manos, dejándoselas llenas de aquellos pocos cabellos que tenía, arañada la cara y rascuñado el pescuezo y la garganta. On me sortit d'entre ses mains, où restèrent (les laissant pleines) les quelques cheveux que j'avais encore, la figure tout égratignée et la gorge et le cou pleins d'éraflures.
13 Y esto bien lo merecía, pues por mi maldad me venían tantas persecuciones. Mais cela je le méritais bien, car c'est de ma malice que me venaient tant de tribulations.
14 Visto esto y las malas burlas que el ciego burlaba de mí, determiné de todo en todo dejarle; Vu cela et les mauvais tours que l'aveugle me jouait, je résolus tout de bon de le quitter,
15 y como lo tenía pensado y lo tenía en voluntad, con este postrer (6) juego que me hizo, afírmelo más. et comme j'y avais déjà songé et que j'étais décidé (dans ma volonté), avec ce dernier tour qu'il me joua, je me raffermis dans ma décision.
  (Sigue.) (A suivre.)

NOTES.
(1) Más de su derecho, plus que de droit, plus que de raison. Expression à rapprocher de a derechas, comme il faut, que nous avons trouvée dans Don Quichotte (III).
(2) Luengo, a; long. Ancienne forme aujourd'hui remplacée par largo.
(3) No había hecho asiento, littéralement : n'avait pas fait son siège... n'avait pas fini de s'installer.

(4) Dar con una cosa en... frapper avec une chose sut, lancer une chose sur... En ella, sur la trompe.

(5) Coraje, courroux, colère et non courage, qui se dit : ánimo ou valor.

(6) Postrer, équivalent de último, perd son o final devant un nom dans les mêmes conditions que primero, tercero (cf. Rev. 14, n° 4).

 
LAS BROMAS DE LECOCHANDEGUI (suite).

A la noche siguiente Leco pensó acostarse muy temprano, porque tenía que salir en el automóvil público por la madrugada. Al ir a la cama, vio en un rincón del pasillo un montón de latas vacías de gasolina. Se durmió pensando en ellas; se levantó a las tres, hizo su maleta y se acordó entonces de las latas. Las cogió y fué amontonándolas delante de la puerta de un viajante, hombre rubio y tan chato que no se le veía la nariz. Luego tomando una jarra empezó a echar agua por debajo de la puerta de la alcoba del comisionista. Hecho esto, se puso a gritar: ¡fuego! ¡fuego! y bajó a la carretera con su maleta, donde tomó el automóvil.
El viajante rubio, al oír aquella voz, se levantó despavorido, saltó de la cama, y al poner los pies desnudos en el mojado suelo, creyó que echaban agua para apagar el incendio; encendió la luz empujó la puerta y las latas cayeron armando un gran estrépito. El hombre estuvo a punto de desmayarse. Cuando se enteró de que todo ello era una farsa de Lecochandegui, decía :
— Esas no son bromas para darlas a un comisionista.
El pobre hombre sin nariz creía que un comisionista era un producto delicado y espiritual adonde no debían llegar las bromas.

Pío Baroja : Nuevo Tablado de Arlequín.