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  Lectura 66  
 

Corrida de toros (continuación)

Course de taureaux (suite)
  III III
1 Cuando sonó el toque de banderillas (1), Gallardo quedó junto a las barreras. Quand la sonnerie des banderilles se fit entendre, Gallardo resta contre les barrières.
2

El Nacional, con los palos en la mano, citaba al toro en el centro de la plaza.

Le Nacional, les banderilles à la main, provoquait le taureau au centre de la place.
3 Nada de graciosos movimientos ni de arrogantes audacias : « Cuestión de ganarse el pan. » Chez lui, point de mouvements gracieux, ni d'audaces arrogantes : il s'agissait de gagner sa vie.
4 Allá en Sevilla había cuatro pequeños, que si moría él, no encontrarían otro padre. Là-bas, à Séville, il y avait quatre petits qui, s'il lui arrivait de mourir, n'auraient plus de père.
5

Cumplir con el deber, y nada más : clavar sus banderillas como un jornalero de la tauromaquia, sin desear ovaciones y evitando silbidos.

Faire son devoir, pas davantage : planter ses banderilles comme un modeste ouvrier de la tauromachie, sans rechercher les ovations et en évitant les coups de sifflet.
6

Cuando dejó puesto el par (2), unos aplaudieron en el vasto graderío y otros increparon al banderillero, con tono zumbón, aludiendo a sus ideas (3).

Quand il en eut posé une paire, les uns applaudirent dans la vaste enceinte, les autres s'en prirent au banderillero sur un ton de moquerie, faisant allusion à ses idées :
7 ¡Menos política y arrimarse más! Pas tant de politique, et approche-toi davantage du taureau !
8 Y el Nacional, engañado por la distancia al oír esos gritos contestaba sonriendo : Et le Nacional, trompé par la distance en entendant ces cris, répondait avec le sourire :
9 Muchas gracias, muchas gracias. Merci beaucoup, merci beaucoup.
10 Luego la gente quedó en suspenso al ver que Gallardo quitaba sus palos al Nacional y se dirigía hacia la fiera (4). Puis, le public fut tout à coup surpris de voir que Gallardo prenait ses banderilles au Nacional et se dirigeait vers la bête.
11 Hubo una exclamación de protesta; ¡Banderillear él! Todos conocían su flojedad en tal suerte. Il y eut des cris de protestation. Lui, poser des banderilles? Tout le monde connaissait son manque d'adresse dans cet art
12 Pero Gallardo era sordo a las protestas cuando sentía el impulso de la audacia. Mais Gallardo restait sourd aux protestations quand il se sentait poussé par l'audace.
13 En medio del griterío se fué rectamente al toro, y sin que éste se moviese, ¡zas! le clavó las banderillas. Malgré les vociférations, il s'en alla tout droit vers le taureau et sans que celui-ci bougeât, vlan ! Il lui lança les banderilles.
14 El par quedó fuera de sitio, torpemente prendido, y uno de los palos se cayó con el movimiento de la bestia. La paire fut mal placée, maladroitement accrochée, car l'un des dards se décrocha aux mouvements de la bête.
15 Pero esto no importaba. Con la debilidad que las muchedumbres sienten siempre por sus ídolos, excusando y justificando sus defectos, todo el público celebraba risueño esta audacia. Mais cela n'avait pas d'importance. Avec l'indulgence que les foules éprouvent toujours pour leurs idoles, excusant et justifiant leurs défauts, tout le public applaudissait avec joie à cette audace.
  (Sigue.) (A suivre.)

NOTES.
(1) Les banderilles que l'on appelle aussi palos et rehiletes sont des sortes de dards ou de fuseaux à pointe de flèche ornés de banderoles.
(2) On doit lancer deux banderilles à la fois qui doivent s'accrocher des deux côtés du garrot. Le banderillero doit se placer pour cela en face du taureau, puis faire un écart.
(3) Le Nacional fait de la politique et a des idées avancées.
(4) La plupart du temps les matadors s'abstiennent de poser les banderilles.
 

Las Muñecas
Lucía vivía en su pequeño cuartito de muebles blancos, donde existía también toda una humanidad extraordinaria : los personajes de sus estampas, los héroes de sus libros de cuentos, sus muñecas, a las que hacía hablar, con las que dialogaba largamente, a las que acompañaba a hacer visitas a las casas que otras muñecas instalaban arbitrariamente en un rincón del armario, encima de un sofá, en el cajoncito de una mesa... Charlaba horas enteras con sus amigas de porcelana o de trapo, y creía vagamente que dentro de ellas alentaba una pequeña vida maravillosa. A veces al volver del colegio, se acercaba en puntillas al armario y pegaba su oído a la rendija de la puerta, con la esperanza de sorprender un cuchicheo de aquellos seres de apariencia humana.

Un día ató con un largo bramante a una de sus muñecas y la hizo bajar cuidadosamente hasta el jardín misterioso. Sujetó el extremo del cordel a la reja y la dejó allí la noche entera.
Al día siguiente la recogió, izándola con igual cuidado. La humedad había desteñido un poco sus piernas y entre sus cabellos venía enredada una hoja seca y abarquillada de alelí. Lucía escondió la muñeca en su cama. Fingió dormir para que Dorotea se marchase. Al quedar sola, tapó su cabeza con las sábanas, aproximó la muñeca a su rostro y la preguntó como un suspiro :
— ¿Qué has visto en el jardín de la noche? Di...

Fernández Flórez : Tragedias de la Vida vulgar.